El Seppuku de Budd Dywer

Publicado: May 8, 2012 en Ocurrencias

En  Japón, los samuráis que fallaban a su daimio, a su señor, tenían un sistema para recuperar el honor perdido: el Seppuku, práctica tradicional consistente en abrirse en canal el estomago con una daga (denominada «Tanto» en japonés). Por si empezabas a dar el espectáculo o te flaqueaba el pulso al eviscerarte, una persona de confianza, amigo o familiar, aguardaba pacientemente detrás de ti para decapitarte de un solo tajo ahorrándote sufrimientos necesarios.

Los  samuráis, antes de morir, componían su último poema tras su último trago de sake.

Los japoneses, esa raza superior capaz de hacer de manera delicada y poética un descuartizamiento.

Esta práctica puede parecer absurda o bárbara, ajena a nuestro refinado estado de derecho que garantiza que los casos de corrupción graves queden prácticamente impunes debido a la lentitud del sistema judicial o de los indultos del gobierno a sus amigotes o cómplices (Aunque la cosa cambia. Dada la situación actual, hay que escabechar a gente situada en altos cargos de la manera mas rápida posible.) Sin crueldad no hay fiesta

Esta practica no era tan absurda. Un samurái al que se le condenaba por casos de corrupción, hurto, robo o traición y no cometía seppuku, no solamente sería ejecutado de una manera deshonrosa, sino que todas las propiedades de su familia serian embargadas y confiscadas, condenando  a su mujer y a sus hijos a morir en la indigencia. En el caso de que siguieran el ritual de seppuku, se les consideraba hombres honrados, se les daba un funeral digno, y aquí viene lo importante, su familia continuaba en posesión de todas las propiedades.

El ultimo seppuku en Japón como tal lo hizo un judoca, aunque en Estados Unidos un político, salvando determinados matices, hizo lo mismo.

Se llamaba Budd Dywer. Era el tesorero del Estado de Pennsylvania. Se le acusó de aceptar sobornos por parte de una empresa americana para que esta se hiciese con un contrato público multimillonario en un complejo tema de devolución de impuestos. Clamando por su inocencia, decidió entregar su vida al Showtime Estadunidense como última voluntad.

Si no lo hubiera echo, los gastos de su defensa legal le hubieran arruinado, a el y a su familia. En cambio, con su muerte, su viuda consiguió acceder a la pensión estatal correspondiente valorada en más de un millón de dólares. Y estamos hablando de principios de los ochenta. Un dineral. Igual que los japoneses, pero más a lo grande, mas americano, menos poético. Igual de triste.

Budd no  llegó a escribir su poema en un abanico tras su último trago de sake. Se lo hicieron unos años después.

comentarios
  1. Ak dice:

    El honor no es algo que esté de moda, ¿verdad? Mentir y engañar es mucho más pragmático.

    Excelente punto de vista Isismoking

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