Esto es grotesco. Ese fue el pensamiento que tenía en la cabeza  cuando abandoné el juzgado de violencia de género de mi ciudad, en el que había tenido el honor de estar presente y observar unos cuantos juicios de violencia de género a resultas de un curso de practica jurídica.

Esto fue lo que vi:

Mujeres a las que en la vida las habían maltratado convencidas de que su pareja era un brutal maltratador por mandarlas un SMS reclamándolas una bicicleta. Mujeres retirando la denuncia por quinta vez porque el pavo (Con una cara de mala bestia que tiraba de espaldas) había prometido cambiar. Hombres imbéciles gimoteando constantemente a sus ex novias mientras estas disfrutaban de una nueva relación sentimental con su monitor de esquí. Mujeres que habían mangado el televisor de su ex y que cuando este las denunciaba por robo su primera línea de defensa consistía en denunciarle por malos tratos.

Es jodido, pero tras estar presente en dichos juicios y escuchar atentamente al señor juez y al fiscal finalizados los mismos, llegué a la conclusión de que todo se resume en tres situaciones básicas:

Primera: Que la mujer, generalmente en proceso de separación, divorcio o de ruptura de una relación, interpone denuncia de malos tratos con el objetivo de asegurarse  la custodia de los hijos (lo que implica quedarse con la casa y la pensión alimenticia, es decir, el núcleo duro de la pasta) y/o con el objeto de restar credibilidad a su ex pareja.

Segunda situación: Que la mujer interponga denuncia porque está férreamente  convencida de que está sufriendo malos tratos psicológicos, que no físicos. Generalmente llega a tal conclusión y se anima a interponer la denuncia tras una discusión con su pareja y la subsiguiente charla lacrimógena por teléfono con su mejor amiga, que la motiva  a denunciar  a “ese cabrón que nunca me cayó bien”.

Y la tercera, la jodida; Que el hombre efectiva y sistemáticamente golpeé, humille, degrade y someta a su mujer.

El problema es que si vamos a porcentajes, una gran parte de las situaciones están englobadas en las dos primeras categorías. Y cuando alguien levanta la voz en este país y dice que esto se nos ha ido de las manos, que las denuncias por malos tratos se han convertido en una espada de Damocles que tiene a los tíos acojonados, que estamos vulnerando la presunción de inocencia, que es necesario que demostrar la culpabilidad y no al contrario, y que esto se está transformando en un negocio, te llaman de todo o directamente te hunden en la miseria, como al juez Serrano.

¿Mi experiencia personal? Qué  medidas tales como quitarte la custodia de tus hijos, obligarte a abandonar el domicilio conyugal, la noche en el calabozo, la orden de  protección y de alejamiento, a la mayoría de los tíos nos acojonan un huevo y medio. Suponen un estigma social, la pérdida de nuestro hogar,  la perdida de nuestros hijos. Nos destrozan. Pero al autentico maltratador, al psicópata, al AUTENTICO HIJO DE LA GRAN PUTA, se la pelan. LE DAN EXACTAMENTE IGUAL. Van a matarte y te matan, y las condenas por quebrantamiento se la traen al pairo. Y el estigma social ni les cuento. Eso si, por el camino, miles de inocentes dejados en la cuneta.

El Grupo de Expertos  en Violencia Domestica y de Género del CGPJ emitió un dictamen triunfal diciendo “Se acaba con el mito de las denuncias falsas”, tirando de estadísticas que decían que en un determinado juzgado de violencia de género, después de varios años de funcionamiento y de analizar seiscientas sentencias (Atender a este dato. Se hace un informe en base a  seiscientas sentencias cuando en España se ponen cuatrocientas denuncias al día por maltrato. Un informe exhaustivo, si señor) solo se ha CONDENADO a una mujer POR EL DELITO DE DENUNCIAS FALSAS. Estupendo. De ahí sacamos la conclusión de que solo una mujer había denunciado falsamente a su pareja y, por tanto, EL RESTO DE DENUNCIAS ERAN AUTENTICAS. Falso. ¿Y por qué es falso? Porque ignoraban el resto de procesos  por malos tratos en los que la denuncia había sido inadmitida por el juez o en los que este había dictado sentencia absolutoria.

Estos datos, como no nos cuadran, y resulta que estadísticamente son una burrada, los tiramos al cubo de la basura y no los metemos. Y es que para poder condenar a alguien por haber interpuesto una denuncia falsa, ahí sí, HAY QUE DEMOSTRAR SU CULPABILIDAD. Hay que tener un montón de pruebas para demostrar que se hizo con temeridad, mala fe y dolo. Y eso, señores, es complicadísimo, y si se hiciera en todos los casos de denuncias interpuestas a la ligera LOS TRIBUNALES PETABAN.

Debemos destacar lo siguiente. El observatorio de violencia sobre la mujer junto con muchas entidades de defensa de la mujer tanto públicas como privadas reciben un pastizal en concepto de dinero público. Y cuando tu modo de vida depende de que la realidad sea de una determinada manera, obviamente tu manera de verla va a estar muy, pero que muy condicionada a que las cuentas te cuadren y que puedas continuar, uno, creyendo que lo que haces tiene un sustento sobre la realidad, y dos, que no se corte el flujo monetario. Caigo en la cuenta de que así explicado parece que los integrantes de los observatorios de violencia sobre la mujer son unos cerdos desalmados capaces de putear a hombres inocentes en busca de pasta. NO LO SON.  Son personas con un ideal que creen sinceramente que están desempeñando una labor social importantísima defendiendo al más débil. El tener unos ideales tan elevados les hace convertirse en algo bastante parecido a fanáticos religiosos, adoptando una postura agresiva de “Quien no está conmigo, está contra mí”. Poseen una visión deformada de la realidad, en la cual la mujer es una oveja desamparada en manos de lobos, y en la que ellos deben  ejercer como pastores. Esto implica que acabarás filtrando o eliminando los datos y realidades que no cuadren con tu idea preconcebida del mundo. Y si de que se mantenga ese paradigma depende tu sueldo, los mecanismos de filtro se disparan.

Dejo a continuación una serie de vídeos, extraídas del Blog  http://informacionporlaverdad.wordpress.com/2012/03/04/la-violencia-de-genero-en-los-medios-de-comunicacion/ 

Destaco las siguientes afirmaciones de la señora  del CGP del tercer video: “Hay hombres que son machistas pero no pegan a sus mujeres” “Una mujer joven se incorporen a estas pautas de comportamiento… en la que el hombre machito dominante, y cuanto mas malote mejor y la mujer encantada de estar (sic) con ese hombre… fracaso de la educación.”

Tócate la polla. ¡Has descubierto AMÉRICA! ¡Que a las chicas jóvenes  les mola el malote de la moto! ¡Que pasan del gafapasta que se dedica a invitarlas a fantas! ¡QUE LES PONE EL TÍO BUENO DESCARADO Y REBELDE! ¡QUE LAS PELÍCULAS DISNEY NO SON  VERDAD! ¡NO ME JODAS! Es necesario un pastizal en cursos, subvenciones, legislación y programas educativos para que todos caigamos en esa aterradora verdad, que nadie conocía. Lo cojonudo es que al final el que se come la denuncia por malos tratos es el gafapasta pagafantas del que hemos hablado anteriormente, por ser un pesao cansino que se dedica a seguir a su novia a todos los lados para comprobar que efectivamente se está zumbando a su monitor de esquí.

Una entrada que explica lo anterior de manera magistral: http://www.personalidadyrelaciones.com/2012/04/cuando-ella-te-dice-que-he-tenido-mala.html Y es que la verdad es una roca incómoda de llevar encima.

(Gracias al amable lector que me animó a revisar la entrada. Si alguien detecta una burrada o patinazo con la tecla, que no se abstenga de señalarlo)

El Seppuku de Budd Dywer

Publicado: May 8, 2012 en Ocurrencias

En  Japón, los samuráis que fallaban a su daimio, a su señor, tenían un sistema para recuperar el honor perdido: el Seppuku, práctica tradicional consistente en abrirse en canal el estomago con una daga (denominada «Tanto» en japonés). Por si empezabas a dar el espectáculo o te flaqueaba el pulso al eviscerarte, una persona de confianza, amigo o familiar, aguardaba pacientemente detrás de ti para decapitarte de un solo tajo ahorrándote sufrimientos necesarios.

Los  samuráis, antes de morir, componían su último poema tras su último trago de sake.

Los japoneses, esa raza superior capaz de hacer de manera delicada y poética un descuartizamiento.

Esta práctica puede parecer absurda o bárbara, ajena a nuestro refinado estado de derecho que garantiza que los casos de corrupción graves queden prácticamente impunes debido a la lentitud del sistema judicial o de los indultos del gobierno a sus amigotes o cómplices (Aunque la cosa cambia. Dada la situación actual, hay que escabechar a gente situada en altos cargos de la manera mas rápida posible.) Sin crueldad no hay fiesta

Esta practica no era tan absurda. Un samurái al que se le condenaba por casos de corrupción, hurto, robo o traición y no cometía seppuku, no solamente sería ejecutado de una manera deshonrosa, sino que todas las propiedades de su familia serian embargadas y confiscadas, condenando  a su mujer y a sus hijos a morir en la indigencia. En el caso de que siguieran el ritual de seppuku, se les consideraba hombres honrados, se les daba un funeral digno, y aquí viene lo importante, su familia continuaba en posesión de todas las propiedades.

El ultimo seppuku en Japón como tal lo hizo un judoca, aunque en Estados Unidos un político, salvando determinados matices, hizo lo mismo.

Se llamaba Budd Dywer. Era el tesorero del Estado de Pennsylvania. Se le acusó de aceptar sobornos por parte de una empresa americana para que esta se hiciese con un contrato público multimillonario en un complejo tema de devolución de impuestos. Clamando por su inocencia, decidió entregar su vida al Showtime Estadunidense como última voluntad.

Si no lo hubiera echo, los gastos de su defensa legal le hubieran arruinado, a el y a su familia. En cambio, con su muerte, su viuda consiguió acceder a la pensión estatal correspondiente valorada en más de un millón de dólares. Y estamos hablando de principios de los ochenta. Un dineral. Igual que los japoneses, pero más a lo grande, mas americano, menos poético. Igual de triste.

Budd no  llegó a escribir su poema en un abanico tras su último trago de sake. Se lo hicieron unos años después.

 

 

Y un cuerno: “versiones manipuladas del islam”, “interpretaciones erróneas”. Aclarémonos de una puta vez: No existe un islam integrista o progresista.  Por supuesto que existen musulmanes moderados,  a patadas, gente que quiere lo que queremos todos, que nos dejen en paz y conseguir un curro, pero el propio islam no es moderado. Existe un islam, y punto.

 

Después de la cabronada de Toulouse, donde un fanático se ha cepillado a siete personas, entre ellas tres niños, uno se aburre de que la progresía bienpensante haga constantes llamamientos a la concordia y a indignarse ante los ataques al Islam, diciendo que no podemos culpar a una religión de los actos de un individuo, que el islam es una religión guay, multiculturalista y posmoderna. Y una mierda.

Eso es francamente ridículo. Es como si en pleno siglo XVII, se intentara hacer una separación del cristianismo “real”, es decir, de un cristianismo tolerante, de amor y buen rollo, y un cristianismo “mal interpretado”  o “integrista” que tuvo como consecuencia que se achicharrara en la plaza mayor de nuestras ciudades a falsos conversos, judaizantes y sodomitas.

No existían esos dos cristianismos. Existía UN CRISTIANISMO bendecido por nuestra Santa Madre Iglesia Católica. Y punto. Y en las herejías calvinistas y luteranas, exactamente lo mismo.

Que yo sepa, los tribunales del Santo Oficio, los Cardenales y el Papa, de cristianismo, de las Santas Escrituras y de Concilios, en aquella época, sabían un huevo y parte del otro, y siquiera dudar de que no habían pillado el meollo del asunto, pues que quieren que le diga, llama a la carcajada. Lo que pasa es que en aquella época la fé era puro fuego y pasión, joder, a ver si nos creemos que España domino medio mundo y se enfrento durante siglo y medio a potencias como Francia, el Vaticano (mas papistas que el papa, y a mucha honra), Holanda, Inglaterra, Turquía y Alemania (Mas bien el conjunto heterogéneo de estados de príncipes alemanes) Venecia y si me apuran, los imperios aztecas e incas, por lo guapos que éramos. No te jode. Luego eso sí, pasamos por el renacimiento (Con matizaciones, que  las mayores matanzas por causas religiosas ocurrieron en su apogeo), que dio pie a la ilustración, a una serie de revoluciones, a las constituciones americanas, francesas, la nuestra que duro poco, la razón y las libertades. Si alguien me puede decir que los países islámicos han pasado por estas fases, que me lo diga porque no me he enterado.

Vayamos al meollo. El Corán, al contrario que nuestra biblia, no es un conjunto más o menos diverso de revelaciones divinas de diversos profetas, reyes y apóstoles. Niet.  El Corán está ESCRITO POR ALÁ. Punto. Fue entregado en mano al Profeta Mahoma. Y no hay más cojones. Y la verdad es que es bastante claro:

 

Sura 33.25, respecto del asedio de Medina por parte de Mahoma y sus tropas de la Meca:

“”Hizo bajar de sus fortalezas a los judíos que habían apoyado a aquellos. Y sembro el terror en sus corazones. A unos matasteis, a otros hicisteis cautivos”

 

La cuestión, es que los bienpensantes dicen,”¡ ahaha!, efectivamente, hay suras (Versos que forman el Corán) o partes que llaman al degüello y a la escabechina. Pero hay otros que llaman al amor y al bien rollo. Y Esta es la parte buena.”

Error. Y ahora veremos porque

El Corán está lleno de partes contradictorias entre sí. Es decir, suras que permiten hacer algo, y suras que lo  prohíben tajantemente.

Pongo un ejemplo. Todos sabemos de la prohibición de los musulmanes de beber bebidas alcohólicas,¿ verdad?. Pues si agarramos el Corán, no sorprenderíamos de encontrar esta sura:

16.67: Entre los frutos tenéis los de la palmera y de la vid, de los que obtenéis vino y un saludable sustento. Ciertamente, hay en ello un signo para gente que razona”

¿Cómo? ¿Que beber vino está bien? No tan rápido, vaquero, ya que la sura 2.219 PROHIBE TAJANTEMENTE EL CONSUMO DE BEBIDAS ALCOHOLICAS: “Te preguntan acerca del vino y del maysir. Di: Ambos encierran pecado grave y grandes ventajas para los hombres, PERO EL PECADO ES MAYOR QUE SU UTILIDAD”

¿Y como coño solucionamos este disparate? Pues tiramos de artimañas de leguyelos.

Resulta que las suras cronológicamente superiores, es decir, aquellos versos pronunciados por el Profeta  más avanzadas en el tiempo, anulan todos los anteriores que sean contradictorios. Es decir y solamente a modo de ejemplo, si en el 627 d.C Mahoma dijo: “Podéis beber vino” y luego,  en el 637 d. C. diez años después, dijo, “No podéis beber vino”, la valida es esta última. Y DEJA SIN VALIDEZ LA ANTERIOR

Y aquí viene lo jodido. Los versos, las partes más tolerantes del Corán, fueron redactadas o dichas por Mahoma cuando este se encontraba en la Meca. Es decir, al inicio de su carrera, cuando su religión no se encontraba bien asentada, tenía pocos seguidores, estaba rodeado de tribus judías y árabes que no le tragaban mucho o simplemente le toleraban y tenía que tener mucho cuidado con lo que decía.

Posteriormente, cuando se asentó en Medina, ya con un ejército, rodeado de fanáticos y dedicado al saqueo, el esclavismo y la degollina, entonces fue cuando empezó a recitar suras de este rollo:

9,5: “Matad a los Idolatras allá donde quiera que los encontréis”

Esta sura ha anulado 124 versos del Corán.

Efectivamente, aquellos que predican la tolerancia y el respeto mutuo.

Por eso, cuando algún progresista del islam, con todo la buena intención del mundo, cita del Corán  versos o suras, que llaman a la tolerancia, al respeto y a la paz, los mullah, los jurisconsultos del islam que llevan toda su vida estudiando el libro, la saria y el hadith, se lo comen vivo. Por cada sura que cite que sea benevolente o pacifista, le pueden citar seis que le contradicen y que SON CRONOLOGICAMENTE SUPERIORES.

Ojo, que el Corán hay que interpretarlo así, no lo digo yo, que ni pincho ni corto. Lo dicen los Mullah, los juristas musulmanes, expertos en el Corán, la saria y el hadith.

Por si queda algún bien pensante, les dejo con las palabras del Gran  Ayatolá Jomeini, que del Islam algo sabria, cuya tumba es centro de peregrinaciones y de culto multitudinario:

 

“El islamismo obliga a todos los adultos varones,  con la única excepción de los discapacitados,a prepararse para la conquista de otros países a fin de que el mandato islámico se obedezca en todos los países del mundo. Quienes estudien la guerra santa islámica comprenderán porque el islamismo quiere conquistar el mundo entero. QUIENES NO SABEN NADA DEL ISLAMISMO CREEN QUE EL ISLAMISMO ES CONTRARIO A LA GUERRA. ESTOS SON ESTUPIDOS. El islamismo dice: Matad a todos los no creyentes tal y como ellos os matarían a todos nosotros. ¿Acaso significa que los musulmanes deben cruzarse de brazos hasta que los derroten?

El islamismo dice: Matad por Alá a todos los que puedan querer matarnos. ¿Significa esto que debemos rendirnos al enemigo? El islamismo dice: Todo lo bueno que existe es gracias a la espada y por la amenaza de la espada. ¡Solo con la espada se puede conseguir la obediencia de la gente1 La espada es la llave del paraíso, que solo los guerreros santos pueden abrir. Hay otros cientos de salmos Coránicos y dichos del Profeta que instan a los musulmanes a estimar la guerra y combatir. ¿Significa esto que el islamismo es una religión que impide  que los hombres libren una guerra? ESCUPO SOBRE LOS IMBÉCILES QUE PROCLAMAN TAL COSA.”

Más claro, agua.

 

Por si acaso, quedemos con Joseph Conrad:” Los visionarios consiguen que el mal perdure en la tierra. Sus utopías hacen que la gran masa de mentes mediocres encuentre desagradable la realidad y sienta desprecio por el pensamiento laico que busca el desarrollo humano.”

Martín y Algola.

Publicado: marzo 5, 2012 en Relatos

En esta ciudad hace un frio de mil demonios. Días grises con cielos grises, con una molesta aguanieve y un viento gélido que hace que se hiele la punta de tu nariz y las manos. Claro podría llevar guantes, pero seamos sinceros, es imposible fumar con ellos.

Me aburro, y tengo ganas de jugar un rato.

Camino por la calle Santiago, hechándole un vistazo distraído a los escaparates y a las librerías. Sigo por Mantería. Elegantes edificios decimonónicos, pertenecientes a la floreciente burguesía castellana del siglo XIX. Pienso en el origen de estos edificios, una de las zonas más elegantes de la ciudad.

Deberíamos tener un monumento dedicado a  Mensikhov y a los zares, junto al de Jose Zorrilla  para agradecérselo.  Los ruskis se lían la manta a la cabeza, le exigen al Sultán de Turquía mayores prerrogativas para proteger a los cristianos ortodoxos en territorio otomano. De paso, conseguir el accesos a los pasos del Bósforo  y de los Dárdanos para que la estupenda flota rusa creado por Pedro el grande tenga lugares donde solazarse y convertirse en potencia marítima. Inglaterra que se llama a altana y se lía la guerra de Crimea. Crimea, península conocida como el granero de Europa. Obviamente, debido a los zambombazos, las cargas de Caballería y las tropas de infantería arrastrándose de una trinchera a otra, ya no hay cosechas. Casi no hay oferta de trigo para las bocas europeas, y los castellanos decidimos forrarnos vendiendo nuestros excedentes a un precio disparado. Efecto mariposa.

Sonrió cínicamente. Conocí a un veterano de la guerra de Crimea. Ingles, un tío simpático y bebedor. La gloriosa batalla de Valaclava. Dos regimientos de caballería cargando heroicamente contra una batería de artillería rusa a campo descubierto. Fucking Sith. Nuestro comandante, un niñato que compró el cargo de coronel, se lió con las ordenes. Teníamos que atacar otra posición artillera. No esa. Era un maldito suicidio. Pero asi son las cosas. Rule britian.

Decido homenajear a esos valientes. Una pinta de voldamm y The trooper en mis casocos.

Ah ese espectacular inicio.

Doy tres sorbos a mi cerveza, apoyado en la mesa que esta cafetería tiene fuera, intentando calentarme los huesos con el calefactor, detalle dado a los irredentos adictos a la nicotina para que no mueran de hipotermia. Vida sana, muere sano.

You take mi life, but i take you too, oooh ohhhh, ooohhh, ohhhh

Voy a dar otro sorbo a mi cerveza cuando algo me detiene. Un olor. Pelaje mojado. Sangre. Carroña. Depredador. Apesta.

Una hermosa chica rubia, con un parka de plumas y unos vaqueros se encuentra a mi lado. Me sonríe. Me pide fuego. Tiene una sonrisa preciosa. Tirita bajo el frio. Dan ganas de abrazarla. Dan ganas de follarla, de jurarle amor eterno.

Si no fuera por ese olor. Aunque tengo que reconocerlo, es buena. Ni dos segundos y ya tengo una dolorosa erección apretándose contra mis pantalones. Pero recuerdo una valiosa frase: El pene es un valioso accionista de tu empresa, pero el presidente de la empresa es tu cerebro, así que paso cortó y vista larga.

Hablamos del frio, de la ley antitabaco, de nuestras vidas. Es buena, muy buena. Esa manera de apartarse el pelo rubio de la cara, exponiéndose como una novia virginal quitándose el velo, esa manera de agarrarse a tu antebrazo. Esa boca. Esos ojos.

Fijate en los ojos. Los ojos no mienten.

Esos ojos tienen hambre.

Me dice su nombre. Algola. Tiene gracia que se llame asi. Aunque dudo mucho que alguien se haya leído las mil y una noches hoy en día.

La sigo el juego. Qué coño, yo también tengo ganas de jugar.

-Realmente no soy de aquí, soy del sur, dice ella.

-De muy al sur, contesto yo.

Continuamos con la conversación. Santa madre de Dios, tengo que hacer auténticos esfuerzos por no echar la cabeza hacia atrás cuando me habla. Huele a muerte.

Después de unos cinco minutos de conversación banal, pasa a contarme su vida: Estudiante de filología hispánica, becada, vive en un pequeño hostal del centro, al lado de la Facultad de Derecho, hasta que encuentre piso compartido. Me invita a su habitación, a enseñarme unos libros suyos y a fumar algo de hierba.

Acepto.

Tardamos diez minutos en llegar a pie, con ella agarrada a mi brazo, rozándolo accidentalmente con sus pechos, mientras ríe y me explica que nunca se acostumbrará al frio de esta ciudad. Mirando de reojo por los escaparates me doy cuenta de que mueve el culo como una profesional, algo que a pesar de todas las circunstancias es de agradecer  en esta sociedad marimachorra antitabaquista que nos rige.

Llegamos a su hostal, en una calle céntrica con vistas a la catedral. Esta vacio, solo una mora tuerta en el recibidor. Su único ojo destella bajo las luces alógenas. Nos sigue con la mirada mientras subimos la habitación.

Entramos en ella, y acto seguido se tiende sobre la cama, culo en pompa, mientras revuelve debajo de la cama para sacar un talego de hierba. Dios, a pesar del olor, a pesar de todo, tengo que hacer auténticos esfuerzos por controlarme y no abalanzarme sobre ella. Un buen momento para sentarme, cruzar las piernas y fumar. Observo distraído la habitación, sin perder de vista de reojo a Algola. Decido empezar a mover ficha.

-¿Perdona, como era tu nombre exactamente?.

-Algola, dice mientras continua removiendo debajo de la cama

-¿Gouleh?.

Para de revolver bajo la cama. Se tensa. Gira lentamente la cabeza.

-¿Cómo has dicho?

-Ah, perdona mi árabe.

Apago lentamente el cigarrillo en un cenicero, mirándola fijamente a los ojos. Saco un pequeño block y una pluma. Garabateo en él rápidamente en el. Arranco la hoja. Se la tiro.

-¿Se escribe así, verdad?

-“الغول”

Ella lo mira. Me mira a mi. Sonríe.

Tiene los dientes afilados. Cuando habla ya no tiene la voz de una preciosa muchacha de ventipocos años. Es un sonido raspado, grave, visceral.

-¿Quienes eres, hombre?

Me toca sonreir a mi.

-No soy hombre.

Me abalanzo antes que ella  con el bolígrafo aun en la mano. La tiendo encima de la cama, presionándola con el brazo izquierdo la garganta mientras que con el derecho acerco la pluma a escasos milímetros de su ojo. A esa distancia el olor que emite es brutal.

-Un solo movimiento y te clavo esto hasta tu cerebro. Muéstrate. Tu verdadera forma, no esta pantomima para engañar a los incautos.

Utiliza una buena táctica, se muestra aterrada. Durante un momento me hace dudar de si estoy cometiendo una cagada de tamaño épico.

Ella solo necesita ese segundo.

Noto un dolor lacerante en el muslo, donde las garras de su pie derecho me desgarran la carne. Grito de dolor, me alzo hacia atrás e intento apuñalarle en la cara, pero demasiado tarde, ya que solo consigo apuñalar la colcha. Antes de que me arranque la yugular con esos dientes, agito locamente la estilográfica delante mío para mantenerla alejada, mientras ruedo en la cama antes de caerme al suelo de culo. Mierda de Dios. La tengo encima, gritando como una arpía, una monstruosidad mezcla de chimpancé y de camello, surgida de las pesadillas febriles de algún niño aterrado de ocho años.. Si la doy un segundo estoy muerto. La golpeo en la cara con todas mis fuerzas. Se oye el crujido de su morro partiéndose. Me escabullo de debajo de ella, gateando y pateado como puedo. Consigo llegar hasta la mitad de la habitación, alzando patéticamente la estilográfica delante mío como un maestro de esgrima trasnochado. La pierna me arde. Ella se alza del suelo, con las rodillas de sus patas flexionadas en la dirección equivocada, como las de un antílope,  y sus garras extendidas hacia mí. Pelaje grueso, morro bestial del que sale un borboton de sangre,  Me observa, esperando el momento adecuado.

La pierna me falla y  caigo de rodillas al suelo.

Ella se abalanza. Ahora. Extiendo la estilográfica con todas las fuerzas, notando como su afilada punta atraviesa su duro pellejo y llega a su tierna carne. La fuerza del impacto de su cuerpo golpeando el mío me derriba al suelo. Caemos los dos, abrazados, como una parodia de amantes.

Y entonces ella me ve. Mi autentica forma. Y muere.

Con bastante esfuerzo, consigo retirar la estilográfica de su pecho, donde se había enterrado hasta su negro  corazón y  con un gesto de asco, me la quito de encima. Estoy mareado, la pierna me arde, creo que tengo dos nudillos rotos y tengo nauseas. Me reincorporo apoyándome en la  pierna buena, medio arrastrándome hacia la silla. Una vez que me siento en ella, intento gritar en voz alta mi exultación, mi dolor, mi victoria, pero lo único que consigo  es prenderme un cigarrillo, darle una calada y decir medio ahogado por las toses “a tomar por culo”.

Dios, estoy hecho un asco.

Apenas tengo dos minutos para recomponerme cuando oigo apresurados pasos por la escalera. La tuerta. Mierda. Me levanto y me fundo en las sombras.

Abre la puerta, atraviesa el umbral y se queda paralizada cuando observa el despojo sangriento que antaño era Algola. Justo en el momento en que empieza a dar media vuelta para huir, surjo silenciosamente detrás de ella, le hecho hacia atrás la cabeza  y le apoyo la estilográfica en la carótida.

-Un solo movimiento y te degüello como una puerca.

No se mueve, y simplemente se queda mirando a la lejanía, mientras la sujeto con fuerza. Intento ignorar la debilidad que siento mientras organizo mis pensamientos.

No apesta de la misma manera que Algola. Indudablemente es humana, aunque su olor es a algo viejo, viejo de siglos, como el olor que tiene una habitación cerrada durante años.

Señalo con la cabeza al cadáver que tenemos a nuestros pies.

-Es un error bastante común creer que los necrófagos habitan solamente en los cementerios. Les gusta la carroña, pero la carroña fresca. Es esta maldita nueva cultura, te crees que los necrófagos son tipejos grises que reúnen por manadas en torno a algún nigromante. Para nada, ¿verdad? Criaturas del desierto, que hacían que los viajeros se perdieran y murieran de sed o los mataban. Pero al ser metamorfos, descubrieron que era bastante más efectivo acudir a las ciudades y adoptar la forma de bellas señoritas dispuestas ha hacerte pasar la noche de tu vida. Si apelas a la lujuria y a la estupidez humana nunca fallas. Muchísimo mejor que esperar de tanto en cuanto que aparezca un beduino, un cruzado o un mercader y decirle, hey, vas por el camino erróneo…

Cambio el peso de la pierna, pero tengo que desistir, aun me duele demasiado. La agarro con mas fuerza, presionando la estilográfica hasta que obtengo una gota de sangre.

-Así que creo que ocurrió lo siguiente, la conociste en Mauritania, Túnez o algún puto agujero lleno de polvo en el sur, y esto-Escupo sobre el cadáver-… Algola, te dejo vivir, no te devoro, por un pacto. Tú la proporcionarías un buen refugio (creo que esta habitación esta prácticamente insonorizada y las ventanas polarizadas, ¿verdad?), te encargarías de limpiar su mierda, y a cambio ella te enseñaría como obtener  la inmortalidad. ¿Me equivoco? Algola, el necrófago, tú, su casera. Viajando de ciudad en ciudad, por los siglos de los siglos, alimentándoos de la tierna carne de los cristianos, esquivando a la muerte rodeándoos de ella.

Silencio. Me empieza hinchar los cojones. Asi que la hago un rápido corte en la mejilla antes de volver a apoyar la pluma en su carótida. Si presiono un poco más, morirá aquí desangrada, pero no es eso lo que quiero. Todavía no.

Ella capta el mensaje. Y empieza a hablar. Son frases atropelladas, mezclas de español, y dialectos norteafricanos

-La conocí en el desierto. Pero no nací en el desierto. Vosotros me exiliasteis. Yo nací en España. Y fuisteis vosotros, perros cristianos quienes me arrebatasteis mi hogar.

-¿La expulsión de los moriscos?

-Sí. Sin padre, solo con mi madre, tratados como objetos. Me escape de la nueva familia del marido de mi madre. La encontré en el desierto. La voluntad de alá. Decidí vengarme. Me alimentaria de vosotros y ella me ayudaría a cumplir mi venganza. Viajamos por las ciudades Soy la shadayinna, bruja del desierto, invocadora de bestias, señora de los muertos. No sabes lo que te ocurrirá por esto. Libérame.

La empujo contra la cama. Su puta historia de rencor histórico y venganza en los descendientes de sus enemigos me aburre soberanamente. Consiguió la  inmortalidad a cambio de canibalismo y de vender tu alma a una bestia maligna. El resto me sobra. Todos podemos contar historias tristes.

-MIRAME

Levanta la mirada. Y con su único ojo ya no ve a un hombre de estatura media, morena, de treinta y cinco años vestido con vaqueros y abrigo tres cuartos. Lo que ve es un fraile de dos metros, con la cogulla hechada sobre la cara, tapada por las sombras, al fondo de la cual brillan dos terroríficos ojos rojos.

Su miedo me alimenta. Su miedo me llena.

Las luces se apagan. La televisión cae. La cama se levanta como impulsada por un resorte, da la vuelta y la aplasta bajo el suelo, solo su  cabeza asomando bajo ella. Empieza a gritar de dolor y de pánico, sin poder apartar la mirada de mí. Muy posiblemente se haya roto la columna.

-Escuchame,puta. Me llaman Martin, Martinillo o Martinico. Duende, trasgo o demonio de Castilla. Me deleito en crear el caos haya donde paso, presto favores a quien lo merece, y señora, castigo a quien quiero.

Desde su incómoda posición, ya no ve a fraile gigantesco. Solo un enano chaparro de medio metro con una desaliñada túnica roja y la cara, una monstruosidad grotesca.

-Cuando tus padre no eran más que niños, a mí ya me temía, se me respetaba, se me alababa, por las dos malditas castillas. Encantando casas, castillos. Maldiciendo y bendiciendo a hidalgos y villanos por igual. No existía cerradura u oración que me echase. Perseguía doncellas, ayudando a quien quería y matando a quien me placía. Señora, yo me alimentaba de miedo, no de la carne de imbéciles.

Y ahora pienso quedar saciado.

Y paso el tiempo.

El cadáver del goul se pudrió en apenas dos horas. Solo quedaron unos restos inidentificables que la policía recogió.

.

De la puta tuerta no encontraron rastro. No al menos hasta dos meses después, en un pequeño campo a la altura de cabezón, donde encontraron los restos de una mujer de unos cincuenta años, parcialmente devorada por un depredador de gran tamaño, posiblemente lobos.

Me costó horrores transportar el roto cuerpo de la puta tuerta. Tuve que adoptar la forma de un buitre leonado, volar cerca de veinte quilómetros y dejarla a la puerta de la guarida de un lupino. No quedan muchos, aunque los desgarradores gritos de terror de la tuerta mientras era devorada fueron un buen pago a mis esfuerzos. Venganza. No fue la única que perdió a gente querida. Una de mis amadas fue vendida como esclava por una incursión morisca. Y yo no le vendí mi alma a un necrófago para lograr la inmortalidad alimentándome de incautos.

Y ese es el fin de la historia de Algola.  Tengo que reconocer que me divertí horrores.

Mi gente nació de vuestros sueños, de vuestras esperanzas de vuestros miedos. Somos tan reales como los sueños. E igual de peligrosos que una idea. Nunca ignoréis el poder de lo abstracto. Que sea intangible no quiere decir que sea irreal.

 

Algola

Publicado: enero 29, 2012 en Relatos

Es dificilísimo romper el hielo con una chica preciosa que no conoces de nada. Ese sentimiento de vergüenza y pánico atroz que te impide hacer algo tan sencillo como acercarte a un ser humano y hablar, posiblemente sea un remanente arcaico de la época en que la raza humana estaba diseminada en una docena de tribus, y cualquier acercamiento frustrado a una hembra de otra tribu podía tener como resultado que tus sesos acabasen esparcidos por la sabana por obra u gracia de un hacha de sílex. Como a la genética le cuesta cambiar de costumbres que es una barbaridad, y a la evolución  le importa un comino el individuo en concreto y los modelos de comportamiento obsoletos, Diego se encontraba prácticamente paralizado sentado en un banco del Campo Grande, una hermosa y soleada tarde de julio, escudado en su novela, mientras miraba de reojo a la diva rubia y exuberante que leía concentrada una de las novelas de crepúsculo, sentada en el banco de enfrente. Con ojo experto, la catalogó como “romántica”. Tomando aire repetidas veces e intentando obviar el hecho de que iba sin peinar, sin duchar y con una mancha de comida en su camisa blanca, se levantó y se aproximó a la chica.

La luz del atardecer le robaba destellos dorados a su melena rubia, mientras un pavo real se movía perezoso a sus pies. Iba vestida con un sencillo vestido blanco de verano que no podía ocultar una figura esplendida.  Diego flaqueo a mitad de su camino. La hermosura de la imagen le hacía sentirse como un sátiro voyeur que observara escondido entre los arbustos a una ninfa bañándose en un estanque. En resumen, le hacía sentirse como un gilipollas insignificante. Pero la fortuna sonríe a los valientes.

-Hola.

Desde luego que no era una entrada brillante, pero curiosamente, solia ser efectiva. Siempre y cuando lograras trasmitir seguridad en si mismo, y no parecer un salido desesperado y babeante. Cosa difícil visto el escote del vestido de la chica.

– Me llamo Diego.

Una mirada desconfiada se alzó desde las páginas del libro de Crepúsculo, y Diego notó como todo su ser se desintegraba ante unos gélidos ojos grises.

Luego ese hielo se quebró en una sonrisa.

-Hola.

Perfecto, no le había mandado a la mierda directamente. Ahora lo importante era continuar con la conversación, durante unos diez minutos, para luego continuar con el resto de trucos aprendidos.

-¿Te apetece venirte a mi casa?

Como truco era cuanto menos extraño. Se suponía que primero la chica se mostraría extrañada ante esa barbaridad, luego relajada cuando Diego cambiase de tema repentinamente y empezase una conversación absolutamente normal, que quedaría rematada cuando se la llevase a tomar algo. Poco a poco, la chica, ante la aparición de un extraño que actuaba de manera tan imprevisible, se iría excitando hasta que las cosas cayeran por su propio peso. Se preparó mentalmente para la respuesta extrañada de la chica.

No ocurrió nada parecido. La chica continúo mirándole mientras sonreía. Luego habló:

-¿No quieres saber primero mi nombre, hombre?

-¿Claro, cómo te llamas?

-Algola

– Es un nombre… llamativo.

-Es un nombre del sur. Como yo.

-¿Andaluza?

-Más al sur.

-No pareces…

-¿Quieres acompañarme a un sitio?

Algunos días, no muchos, la suerte te acompaña, pensó Diego.

A cada momento que pasaba, se sentía más excitado. Forcejeo con su ropa y con el vestido de la chica, levantándoselo por encima de sus finos brazos, mientras se besaban, el con pasión, ella con algo parecido al hambre. Ya se había formado un pequeño montón de ropa a sus pies, y ahora se dirigían tambaleantes hacia la cama. Cayó sobre ella, y continúo con el forcejeo. Ella lo tenía asido con una fuerza sorprendente en alguien tan menudo. Intento aparatarla de si para poder apreciarla desnuda, ya que a pesar de estar semidesnudos no había tenido oportunidad de apreciarla, y la chica sin ropa prometía. Realmente apenas había tenido tiempo de mirar siquiera la habitación del hostal en que se encontraban (Paredes blancas, un televisor encima de un mueble, una mesilla, una puerta que conducía a un minúsculo baño, todo ello apenas entrevisto, dado que la chica se lanzo sobre el nada más traspasar el umbral). Había sido idea de ella, ¿Alguna? No, Algola. Un nombre horrible, todo lo contrario que su propietaria. Todo había sido rapidísimo, el viaje en moto, el pago por adelantado a la siniestra mora tuerta que parecía llevar el hostal desde el recibidor. Ahora los besos y las caricias. Haciendo un esfuerzo supremo,  apartó la cabeza de los labios de la chica, se deshizo  de sus manos que le presionaban la nuca, y consiguió alzarse a trompicones de la cama, en ropa interior y calcetines.

Y ahí estaba, con el sujetador medio caído, las bragas aun puestas, las piernas perfectas, largas y pálidas como la leche. Tenía los tobillos finos.

No, tenía un tobillo fino. El otro era una monstruosidad de callos y pelos que acababa en una pezuña con garras de aspecto cruel.

Lo primero que pensó es que era una deformidad congénita. Por eso quería ir tan rápido, antes de que él se diera cuenta de nada. Logró apartar la mirada de su deformidad y se enfrento a la chica.

Sonreía. No era una sonrisa de disculpa. Sonreía como una gata. Sonreía como un animal.

La absoluta falta de vergüenza de la chica por su deformidad  lo aterró.

No llego a pronunciar la frase de disculpa que en ese momento pugnaba por salir de sus labios para acto seguido recoger la ropa y salir a la calle hechando leches antes de vomitar su comida. La chica salto de la cama, enlazó sus piernas alrededor de su cintura, y le desgarró la carótida de un solo mordisco.

La sangre manchó buena parte de la cama y de la pared de enfrente. Intento gritar una protesta, pero Algola le desgarró la tráquea con sus finas  manos. Luego se desasió de él para sentarse tranquilamente en la cama a observar cómo se asfixiaba en su propia sangre fumando un cigarrillo que extrajo de su bolso..

Cinco minutos después, cuando Diego murió, Algola empezó a devorar su cadáver. Fue rápida y meticulosa, comiendo las mejores vísceras y la carne de las nalgas y el muslo, ayudada de un cuchillo afilado y con la seguridad que da la experiencia. Recordó guardar el hígado para la casera. Media hora después, tambaleándose ligeramente y con una cálida sensación de pesadez en el estomago, abandonó el hostal dejando que Sharima, la propietaria tuerta, se encargara de deshacerse de los restos de Diego y diera buena cuenta de su hígado como pago por sus servicios.

Y así, ahíta y satisfecha, Algola caminó por la calle, una chica preciosa bajo el brillante sol de Julio.

Toledo. Serie de Mierda.

Publicado: enero 12, 2012 en Ocurrencias

 

Solo he conseguido ver los 20 primeros minutos de la serie. La verdad, prefiero verme por segunda vez las temporadas de Roma. Al menos cuando la ves no sientes una sensación de hastío ante la falta de ganas de hacer una serie mínimamente presentable. Y no solo es una cuestión de presupuesto, o de  manía hacia las series españolas. Roma Criminal, que yo sepa, es puramente italiana y es una serie simplemente magnifica. Las actuaciones, el rodaje, la ambientación, los guiones. Te enganchan. En esta serie, Toledo, uno no hace más que rascarse la cabeza pensando que en cualquier momento va a parecer Papa Piquillo disfrazado de caballero gritando: ¡¡“Jooorl, ese moro malo de la pradera..!!

Eso sí, solo en esos minutos, tuve tiempo de ver mierda demagógica, incorrecciones históricas y basura políticamente correcta hasta echar la pota.

Empecemos.

Primera escena, bucólica merienda campestre en un castillo medieval. Todos limpísimos. Niños jugando con espadas de madera, jóvenes mozalbetes en animada charla, doncellas y dueñas despatarradas en la hierba o bajo los soportales hablando de sus cosas. Típicas cosas que se hacían en el Medievo. Nada de vociferantes caballeros y señores de la guerra sentados en mesas de madera (Estas tiene manteles) emborrachándose y fardando de sus hazañas mientras le tocan la mamellas a las sirvientas. No jodas. Eso queda retrogrado.  Y demos gracias que los niños no aparecen jugando a la Wii. Por mi bien. Una mierda, pero bien. Obviamente, y como no podía ser de otro modo, aparecen unos moros a caballo (Unos diez, una mini invasión, tampoco vamos a recrear la batalla de Navas de Tolosa a estas alturas) a joderles la fiesta. A partir de aquí, todo deliciosamente previsible. Los moros matando a los invitados (rollo Sir Lancelot en los caballeros de la mesa cuadrada, es más, la capacidad de defensa de los invitados es igual, es decir, nula). Uno de los aguerridos mozos se lía espadazos con uno de los moros, para que no quede excesivamente patético. Resulta que dado que las chicas son guerreras, y en la puta edad media lo eran más, al final quien se carga al moro es su madre. Fantástico. Cosa rara, estos moros deben ser gilipollas, dado que se cargan a las mujeres y a los niños. Joder, yo que sepa, eran mercancía muy valiosa (Y si encima eran rubios ni te cuento), y en el zoco te debías sacar un pastizal, pero no debían ser muy avariciosos. Buena gente que venía a labrarse un futuro, al final y al cabo. La España de las tres culturas, por supuesto.

Finaliza la escena. Empieza otra. Un alegre mercado. Joven atractivo que oye como un mercader que vende naranjas grita al ladrón, al ladrón. Engancha a una joven que pasaba por ahí. Resulta ser una mora que esta buena. Primera perla:

“¿Supongo que como has oído al ladrón, pensaras que era un moro?”

Toma ya. Si en vez de una ciudad medieval a lo mejor estamos en las ramblas de Barcelona. Dentro de poco le afeará el uso despectivo del término moro y le dirá que la llame magrebí. O subsahariana de color, a pesar de que sea más blanca que la leche. Pero luego podremos meter el triangulo amoroso príncipe-princesa-reina mora  que quedara piti, ahora que lo pienso.

Otra escena, corte de Alfonso X en Toledo. El Rey y su chorba, Violante de Aragón. Segunda perla por cuanta del Rey:

“¡Debemos alcanzar la paz al precio que sea!  ¡Décadas ensangrentadas luchando contra los musulmanes! ¡Nos arruinamos!”

Bien, dos breves apuntes. Un rey castellano del siglo XIII hablando de musulmanes como si fuera un concejal de Bic queda, a mí entender, raro. Y además, por regla general, la guerra en aquellos tiempos era un modo de forrarse, sobretodo consiguiendo los tributos de oro africano por parte de los reyes moros. Y eso de “al precio que sea” me suena a mierda derrotista propia de nuestra época, no de una época en la que la gente creía en Dios como tú y yo podemos creer en el panadero. Le falta el canto de un duro para decir que tenemos que sacar las tropas de Irak. Y lo de nos arruinamos… ¿Cuándo coño le importo a un español arruinarse por un guerra? Es más, juraría que cuando  casi nos arruinamos con este tío no  fue por las guerras contra los moros, sino por el capricho del nene de nombrarse Emperador. Es decir, de sobornar a los electores alemanes con el dinero de nuestros tatarabuelos. Y eso cuando no estaba conspirando contra su padre. La joya de la corona. El hippy medieval. Vete a jugar al ajedrez. Nos aburres.¡ Queremos reyes sanguinarios, queremos Stark y Lannisters, Leonidas y Jerjes, joder, no un mierdas!

Obviamente, cualquier oposición a esa gilipollez que suelta la corona no es la voz sensata de un cortesano. Algo del rollo: “Su santo padre llego hasta Sevilla, nosotros podemos hacer lo mismo. Los moros se encuentran débiles y fragmentados. Podemos vencerles. Cualquier lapsus ahora nos costara celemines de la sangre de nuestros hijos y esposas. Hijos y esposas que son vendidos como animales. Señores castellanos, son ellos, o nosotros. Dios, nuestro reino y nuestros Santos Cojones de esta estepa nos obligan. Guerra.”

No.

Es la de un mastuerzo que berrea noseque de exterminar a los musulmanes. ¡Hail Hitler!. Y lo dice pensando en el botin.

Vamos a ver si nos aclaramos. Con esta guerra, ¿ganamos o perdemos dinero?

También el Arzobispo es partidario del exterminio  a los muslimes según jurisprudencia de los Santos Evangelios “Los ejércitos del señor combatirán a la bestia hasta exterminarla”

Que manía con exterminar, joder. Los exterminios son producto de la industrialización. Simple cuestión de lógica. ¿A cuántos te cepillas con una espada? ¿A cien? Y eso si eres Conan. Ni siquiera lo dice rollo fanático soltando espumarajos (Ese padre Alexander Anderson) ya que parece que padezca problemas de estreñimiento cuando suelta lo de exterminar.

Pero la demagogia acecha, amigos míos. Y ahí salta la reina Violante, la maceba del Rey, harto conocedora de la biblia, diciendo, «¿Pero no dijo Jesús, si os abofetean poner la otra mejilla?»

Razón tiene. Es más, si yo fuera soldado castellano, ante la siguiente invasión mora, acordándome de sus sabias palabras, le diría a Mohamed, “Tranqui, colega, guarda ese sable. Mira, buena gana de andar dándonos de palos. Que luego vuelvo a la corte y me llaman fascista. En cambio, por un módico precio de cien mil maravedís, te vendo a la Reina para que la pongas en pública subasta, allá por el zoco de Granada. Descontando gastos, yo creo que te sacas doscientos mil maravedís limpios. Buena gana de defender a alguien para que luego te escupa a la cara ¿no? .Y luego que el Califa la rompa el ojete o la use como moneda de intercambio en una ardua  negociación diplomática. O ambas opciones. Y toma un poco de vino, coño, que no está el imán mirando. ¿Qué? Ah, ¡gracias por la pipa! Joder, cof,cof, ketama puro, moromielda.Júas, júas, venga con dios e alalá! ¿Ha? ¿Se queja usted, señora Reina?. Bueno, ya sabe, ponga la mejilla piadosamente en posición ostiazo. Aunque yo no me preocuparía mucho de su mejilla, si no de sus reales prerrogativas.

Qué bonito seria joder.

Y la serie continuo por esos derroteros. Los cristianos buenos, que quieren la paz, los cristianos malos, que quieren la guerra. Y la evolución típica de esta mierda que acabara degenerando en un culebrón. No llegue ni a ver a los moros. A lo mejor acababan todos abrazados a los cristianos.

Lo dicho, a ver Roma.

El trabajo, (contrato en prácticas, acabo este mes) aunque satisfactorio a varios niveles y muy beneficioso para mi formación, me está quemando. Empiezo a notar cierto cansancio y antipatía natural hacia la gente que viene a reclamar. Por poner un ejemplo, hoy ha venido cierta individua (con un gesto de perpetuo desagrado en la cara que me ha recordado al de la ya extinta ministra Chacón) exigiendo a voces una solución a sus problemas. Ni por favor, ni hola, ni gracias y de tu, además.  En cuanto le he dicho que iba a por la hoja de reclamaciones a soltado con tono entre furioso y triunfal que ella lo que quería era  poner una denuncia. Tomando aire mentalmente mientras me preguntaba si la gente tiene una mínima puta idea de qué coño dice cuando habla, le he dicho que si deseaba poner una denuncia, tendría que acudir a una comisaría de policía, notificárselo a quien fuera responsable en ese momento y esperar que la policía realizara las diligencias correspondientes. Me ha espetado, prácticamente escupido, que a ella la habían estafado. Y entonces en ese momento entras en lo que en atención al público se llama bucle: “Señora, eso es un delito, es competencia de la policía, por aquí hacemos de asesores y mediadores. Si me deja un momento explicárselo le diré que pasos hay que tomar para…,” pero no. Ni un momento ni dos. Segundo grito soltando automáticamente  la mágica frase:”¡¡ Eso no vale para nada!!”, «¡Me han estafado, que vais ha hacer!».

Ahora bien, si usted, princesa, es tan inteligente de llegar a esa conclusión, ¿Qué coño hace aquí? ¿Demostrarle al mundo lo sobrada, inteligente y de vuelta de todo que esta? ¿Pegarme gritos? ¿Y si es tan inteligente como coño es que le han estafado?

Ahi empieza el problema. Llevas cuatro horas atendiendo a la gente, lo mejor que puedes, buscándoles mierdas legales y dando los mejores consejos que puedas, con pies de plomo porque como la pifies se acuerdan de ti toda tu puta vida. La mayoría de la gente es  educada y correcta. Doy fe. Pero bastan tres imbéciles para amargarte la digestión. Y esta entraba en la categoría.

Intentando ignorar la bola de rabia que se empezaba a formar en mi estomago y las inmensas ganas de saltar la mesa y empezar a imitar a Khal Drogo mientras la berreaba en la cara que mi vástago seria el semental que montaría al mundo, he intentado explicarle nuestra función, que en ocasiones funciona (y hasta cuando funciona en ocasiones vienen a quejarse, eso es comprensible en una abuela de ochenta años que no entiende una mierda de la contestación, pero en un tio de treinta años no.) y en ocasiones, como todo en esta jodida vida, no funciona. Si los tribunales no dan justicia sino apaños, que reclamen al maestro armero. Eso sí, el concepto de que se pueden ahorrar meses y bastante dinero en pleitos, simplemente con hacer lo que decimos, eso no les entra en la cabeza. Eso cuando no viene con unos problemas que no los soluciona ni San Genaro.

A lo que iba. La individua se lanzo a murmurar por lo bajo y a repetir gritándome que ha ella la habían estafado, one more time, que quería saber que medios tenia para solucionarlo. Pero ya. Entre en modo automático: “Acuda a los tribunales de primera instancia, solicite un formulario de demanda verbal, le indico que si la cantidad que reclama es inferior a dos mil euros no requerirá de la presencia de abogado y procurador. Acompáñelo de documentos porque si no se lo inadmitirán” Soy capaz de soltarlo en tres segundos, no es coña. Un día soltare: “Negativo, soy un organismo cibernético venido del futuro para protegerte” y la gente se quedara con la misma cara. Si ves que no son escoria repugnante, es decir, que te saludan al entrar y no te tratan como un felpudo, se lo apuntas tranquilamente en un papel, les das la dirección de los tribunales y les das algún consejo (no presente directamente la demanda, mándesela a la empresa diciendo que si no llegan a un acuerdo la presentaras, si es una compañía de seguros preséntesela con esto y esto, etc.… ,desde aquí un beso a la señora que vino solamente  a la oficina a agradecernos nuestras gestiones y consejos porque al final el seguro la pagó)

En caso de que sean escoria,  después de soltarle el abracadabra, te los quedas mirando con cara del indio Fernandez. Contestación de la señora: A MI ME HAN ESTAFADO. Posible contestación que se me paso por la cabeza: NO ME IMPORTA, OJALA LA VIOLE UN ORANGUTAN.  En vez de eso decidí quedarme callado. Después de unos segundos de silencio, la señora, con el mismo tono imperativo exigió la entrega de las hojas de reclamaciones.

Bravo.

Se las entrego y paso a la siguiente persona. Tipico problema, compañía aérea, retrasos. La explico el reglamento europeo que lo regula, las compensaciones, derechos, el convenio de Montreal. Esta sonríe al hablar, asique me  importa una mierda pasarme diez minutos buscando la dirección de la agencia estatal de seguridad aérea para que les mande la reclamación, ya que como han pasado tres meses no puede hacerlo por la oficina. Mientras tanto noto la presencia de la otra. Atiendo a otra persona , me despido de ella y la individua se cuela. Me dice que una de las hojas tiene una tachadura. La digo que no se preocupe, que voy a buscar otra. Decido que es un buen momento para echarme un pito en el almacén. Luego voy a hablar con uno de los técnicos para preguntarle si quiere que me encargue de una contestación a una tienda. Estamos un rato hablando sobre las características del servicio técnico y como plantear la contestación desde la Ley General de Consumidores y Usuarios. Al cuarto de hora, salgo y mi compañero de fatigas becario me pregunta: ¿Qué coño le pasaba a una que me ha pedido una hoja de reclamaciones berreando que si la suya tenia un manchurrón y no se que de una estafa? Me la ha tirado encima y se ha ido dándose un portazo. Parecía que le fuera a dar un ataque al corazón”.

Ojala tío, ojala.

En ocasiones es la leche por supuesto. La vez que conseguiste que a una pareja de ancianos, lo más encantador, educado y divertido que te has  hechado a la cara les devolvieran dos mil euros vilmente sustraídos. Porque hay gente que se merece que la estafes, cuando esta colabora con su codicia o su estupidez, pero cuando estafas a alguien basándote en su bondad, bueno, pues pena de crucifixión, cojones. Con esa gente te desvives, y te importa un carajo que vengan quince veces.

Con otra simplemente te partes el culo, la vez que vino un caballero con una televisión desmontada, me la dejo encima de la mesa y me pedio asesoramiento. Empecé a contarle como funciona lo de las devoluciones, garantías, plazos, etc. El tío me interrumpió con un gesto imperativo. Pequeño, fuerte, con boina. Hablaba calcado a los de la hora chanante:

-Si yo quiero saber, mira, el pájaro que me lo arreglao es primo mío, no quiero líos, eh. ¿A ti esta reparación te parece normal (En ese momento me señala un punto de la tele, un montón de cables conectándose a lo que deduje que era el tubo catódico)

– Pues la verdad es que ni…

– ¡Esta siliconao, ESTA SILICONAO!

Silencio sepulcral. El hombre continúa:

-¡CAGON TÓ Y EN EL PRIMO LOS COJONES!

Y ahí asientes comprensivo la cabeza, dejas que se desahogue y se van tan contentos. Luego, cuando acabas de reírte, te das cuenta de que los confesionarios de los curas son una pieza fundamental para mantener la psique en funcionamiento.

Y nada más. Y gracias por dejarme desahogarme, camaradas.

El Padrino

Publicado: diciembre 14, 2011 en Libros

No es un libro que refleje de manera verosímil lo que es la mafia, a pesar de que buena parte de su argumento esté firmemente enraizado con la historia del crimen organizado americano.  Los paralelismos entre realidad y ficción no es que sean meros detalles, es que la propia estructura del texto es la crónica real del ascenso al poder de las mafia italo-americanas de Estados Unidos. Pero con el matiz que explicaremos al final de la entrada.

Empezaremos por el más grande, Vito Corleone,  uno de los arquetipos de jefe mafioso. (Más bien, EL arquetipo)

Es indudable que la principal fuente de inspiración de Mario Puzo para crear a su personaje fue el inigualable jefe mafioso Carlo Gambino, líder de la todopoderosa familia neoyorquina Gambino, capo di tutti capi de la Comisión durante los sesenta y un buen pedazo de los setenta.

Carlo, al contrario que los violentos cazurros que lo rodeaban, era prudente, pragmático y consideraba la violencia como un activo más de su empresa, no una finalidad en sí misma. Se le podía ver por el Little Italiy paseando con su viejo traje y su coche de segunda mano, aunque pasear es un eufemismo, ya que cada pocos pasos era parado por viandantes que querían obtener su beneplácito y favores, o tomando un café tranquilamente mientras leia un libro escudado en su enigmática sonrisa que provocaba sudores a aquellos que tenían que enfrentarse a él. No solamente dirigía los negocios de la familia Gambino (En un paralelismo con Vito Corleone, a él también le desagradaba sobremanera el trafico de drogas), si no que entre otras cosas, se dedicaba a  favorecer a las hijos de las familias más necesitadas para que estos pudieran cursar sus estudios.

Construyó una de las familias más poderosas del crimen organizado con la cantidad justa de violencia. Y a pesar de su larguísimo reinado, apenas pasó más de dos años en la cárcel. En una de las listas que el fiscal general del Estado Bobby Kennedy puso en circulación sobre los miembros de la Mafia que deberían ser encarcelados, ni siquiera aparecía mencionado. Lo organizó de tal manera que él mismo no era más que una presencia amenazante y poderosa, lo más parecido a un emperador romano entre bastidores. Para desgracia de sus sucesores, estos no aprendieron las cualidades de no estar en el centro de la atención pública, ya que uno acabó muerto y el otro convertido  en una estrella de la televisión, eso sí, desde la cárcel.

La mejor definición de él la tenemos en una cita de Joseph Bonnano, líder de una de las cinco familias de Nueva York:

Él no era un guerrero de la mafia. Siempre daba una oportunidad antes de utilizar la violencia. Anastasia lo utilizaba para negociar. Un día, Anastasia en un ataque de furia, le propinó una bofetada. Eso en Cosa Nostra significaría la muerte en el momento de uno de los dos, pero Gambino prefirió tranquilizar a Anastasia. Don Carlo sonrió fríamente y le dijo que algún día le pediría explicaciones de aquella afrenta. Aquello significó la pena de muerte para Anastasia”.

Aunque si el talante conservador, frió, prudente y su repugnancia hacia a las drogas fue el que marco a Mario Puzo para crear el perfil psicológico de Vito Corleone, la trayectoria de este por el mundo del crimen organizado está basada en la carrera del Gran Lucky Luciano.

 Al igual que Vito Corleone, el temido Don Carlo era un hombre de aspecto modesto e inofensivo, que nunca levantaba la voz y detestaba que nadie gritase en su presencia. Era un hombre de familia chapado a la antigua: no era mujeriego ni se le conocían grandes vicios y vestía de forma discreta

Uno de los puntos fundamentales de la novela de Puzo es el ascenso del mismo a Capo di Tutti Capi. Vito, después de enriquecerse con el contrabando de alcohol durante la Ley Seca, vio como le negocio se le terminaba cuando la Ley fue abolida, así que intento asociarse con Salvatore Maranzano, jefe mafioso que dirigía la usura y las apuestas ilegales. La negativa de este desembocaría en una sangrienta guerra que terminaría con el asesinato de Maranzano a manos de Tessio en una cafetería durante una tregua concertada por ambos bandos. Finalizada la guerra, Don Corleone se dedicaría a construir las que posteriormente serian llamadas las Cinco Familias de Nueva York y organizar el resto del crimen organizado mediante un órgano ejecutivo y consultivo denominado La Comisión, frente a la cual estarían los miembros más poderosos de la Mafia de todo Estados Unidos, además de acordar que Miami y Las Vegas seria ciudades libres bajo el control conjunto de las familias.

Este episodio es una adaptación de la guerra Castellammarense y la noche de las vísperas sicilianas. A finales de los años veinte en Nueva York, dos jefazos combatían por el poder como perros rabiosos, por un lado Sal Maranzano (efectivamente, el mismo que el de la novela) y por el otro lado Joe “el jefe” Maseria. Maranzano creia en la alianza entre los italianos y los judíos, mientras que Maseria abogaba más por la pureza racial y el respeto a las Tradiciones, es decir, una organización exclusivamente siciliana (y de fondo, y como razón fundamental y suprema, en palabras del gran Nicky Santoro: “El dinero, siempre el puto dinero”). Después de más de ochenta muertos en las calles, Lucky Luciano, la joven promesa del hampa, orquestó una tregua entre ambos bandos con el único pretexto de cargarse al que dentro de poco seria su exjefe, Maseria. Después de que este fuera acribillado en un restaurante, Lucky concertó la paz con Maranzano, que no duraría mucho. En el 31, Maranzano seria asesinado por los amigos judíos de lucky, y este tendría las manos libres para librarse de la “Vieja Guardia” siciliana y cumplir su sueño, crear un holding criminal supraterritorial estructurado en torno a las Cinco Familias y a la Comisión, con Las Vegas y Miami como ciudades libres, asociándose con irlandeses y judíos.

No era astuto el zorro de Puzo, ni nada.

Por supuesto, a nadie que haya leído la novela le puede pasar por alto que Johnny Fontane no es más que un alter ego de Frank Sinatra. En el libro, Michel Corleone le cuenta a su novia como El Don, su padre, hacia años, le puso una pistola en la cabeza a Tommy Dorsey, jefe de Fontane en su banda musical, para que este rescindiera el contrato que le ataba. En la realidad, fue un mafioso real amigo de Sinatra, Moretti, quien amenazo de muerte a Tommy Dorsey para que rompiera su contrato con Sinatra (por cierto, el tal Tommy Dorsey debería ser un músico de armas tomar, ya que cuando Lucky se enteró de lo que había ocurrido soltó algo parecido a que  Moretti  tenía suerte de haber salido con las pelotas en su sitio). Esta anécdota a sido siempre negada por Sinatra. Se rumorea que la escasa relevancia que tiene Fontane como personaje en la película (a pesar de ser uno de los protagonistas indiscutibles del libro junto con Michel Corleone) se debió a que Frank odiaba la imagen que Puzo daba de él. Un pezzonovate gimoteante siempre dispuesto a ir a lloriquear a las faldas de los mafiosos cuando tenía algún tipo de problema con sus jefes.

Sin olvidar por supuesto a Moe Green, creador de las vegas, asesinado por los Corleone por su mala gestión de los casinos cuando la familia se extiende hacia Nevada. Bien, pues aquí Moe Green no es más que un trasunto de Bugsy Siegel, uno de los mejores amigos de Lucky (y uno de los que asesino a Maseria), que debe ordenar su asesinato porque el casino financiado con los recursos de la familia es una máquina de quemar el dinero.

La cuestión es que el Padrino, mas que una novela que tiene un pie metido en la realidad, es una epopeya shakesperiana. Ese rey Corleone atormentado por el destino de sus hijos, que deberán pagar el precio por sus pecados, los crimenes rodeados de esa aureola trágica de sangre llama a la sangre, los problemas sucesorios del favorito de la familia, las traiciones de amigos, hermanos, todo ello empapando el subconsciente colectivo hasta dar a la mafia un aire de honorabilidad y de grandeza humana que poco o nada tiene que ver con la realidad.

Sinceramente, y yéndonos al cine, la mejor obra, en este caso una película, que refleja el día a día de los mafiosos (Exceptuando los Soprano, por supuesto) es la enorme Goodfellas. El prototipo de mafioso no es Vito o Michel Corleone asintiendo gravemente mientras sus “soldatos” les besan respetuosos su anillo. El prototipo mafioso es Joe Pesci dándole una paliza a un pobre desgraciado porque el mamón tuvo la inteligente idea de preguntarle acojonado que si el señor DeVito pensaba pagar la cuenta algún día.

Respecto a Michel Corleone y para finalizar, cedo la palabra Nick Geraci, fiel soldado de Tessio:

Vito, sin ni siquiera consultárselo a sus caporegimenes, había hecho jefe a Michel. Y era alguien que nunca había hecho ganar un céntimo a  nadie, que nunca había dirigido una pandilla, que nunca había hecho nada para ganarse los galones a excepción de la noche en que se cargó a dos tios en un restaurante (cada detalle de ese golpe fue planeado por el gran Pete Clemenza) Solo se habían admitido a tres personas en la familia Corleone sin que tuviesen que hacer nada para merecérselo. Y esas tres personas eran los hermanos Corleone.

Si Michel quería que la organización se comportara más como una corporación, como algo más importante que General Motors, incluyendo el control de presidentes y potentados, ¿Por qué hacer las cosas como si se tratara de unos ultramarinos de barrio?  Corleone e Hijos, Hermanos Corleone. Cuando dispararon a Vito y lo dejaron incapacitado, ¿Quién se hizo cargo? No fue Tessio, que era el más listo y el de mayor experiencia. Fue Sonny, a pesar de que era un tarugo violento ¿Por qué? Porque era un Corleone. Hagen era el consigliere porque creció en la misma casa que Michel. El propio Michel tenía toda la habilidad del mundo, pero había sido víctima de una broma monumental

Moby Dick

Publicado: noviembre 23, 2011 en Libros

El Pequod navega tranquilamente por el índico, con las cabezas de dos ballenas colgando de popa como dos macabros trofeos . Una de las cabezas es la del cachalote, el rey de los mares. La otra es de ballena franca, animal bastante menos digno que su primo, cuya grasa y aceite es de menor calidad. El capitán Ahab sale de su camarote, observa  el sol y el doblón de oro que, refulgiendo suavemente a la luz del atardecer, ha clavado en el mástil prometiéndoselo al primero que vea a la ballena blanca. Se dirige a popa. Observa las cabezas de sus ballenas. No las mira con la satisfacción del capitán que está cumpliendo con su labor, no, las mira con autentico odio, deseando que fuera la cabeza de Moby Dick la que colgara en estos momentos de su barco decorado con huesos de ballena. La tripulación en su momento murmuró sobre la pérdida de tiempo que supone cazar y despellejar un ballena franca, pero Ahab sabe, por mediación de su sombra, de su demonio Fedallah, que un barco en el que cuelguen las cabezas de estas dos ballenas será afortunado en su pesca. Y él tiene la pesca más importante de su vida por delante.  Su pierna de marfil le incomoda, así que coge un arpón y lo clava profundamente en la cabeza del cachalote. Apoyando su peso en él a modo de muleta le habla al cadáver:

Habla, enorme y venerable cabeza… y dinos el secreto que hay en ti. Esta cabeza sobre la que ahora brilla el sol se ha movido por los cimientos del mundo. Donde se oxidan nombres y armadas sin anotar, y se pudren esperanzas y ancoras nunca dichas… has dormido al lado de muchos marineros, donde insomnes madres darían sus vidas por acostarles. Tú viste al oficial asesinado cuando los piratas le tiraron de la cubierta a media noche y sus asesinos siguieron navegando incólumes. ¡Oh, cabeza, tu has visto bastante para desgajar los planetas y hacer infiel a Abraham y no dices ni una silaba!

Ahab tiene ese Don. La lucidez que se alcanza después de atravesar la locura, como un trozo de hielo rodeado de mareas de olas en llamas. El método en la locura.  En palabras de Conrad: “perfectamente lucido, cierto que concentrado en sí mismo con una intensidad horrible pero no obstantemente lucido… pero su alma sí que había enloquecido, se había estudiado a si misma y se había vuelto loca

Un hombre arisco, viejo, amargado que prevé su final y decide salirle al encuentro, arrastrando consigo a otros a al desastre. Amargado por la pérdida de su pierna, un hombre mutilado  y carcomido, monoobsesivo. Ahab es rico, tiene un hijo y una joven y bella esposa que le espera en puerto. No le importa. Para él carece absolutamente de relevancia. Solo existen dos cosas en este mundo, él y la ballena blanca. El resto de las personas de este mundo,  son medios, prolongaciones de sí mismo: “Ahora todos somos Ahab”, dice a su primer oficial, después de forzar a toda su tripulación a un juramento en virtud del cual perseguirán a la ballena blanca hasta las mismísimas puertas del infierno y más allá. Pacta con los poderes de las tinieblas para lograr su empeño. Consigue expulsar de dentro de si mismo al Parsi, su sombra, su demonio, que se burlara de él proporcionándole los medios para aniquilar a la ballena (un arpón forjado por el mejor metal y templado en sangre pagana y una profecía que cuya interpretación más lógica indica que matara a la ballena, pero, como todas las profecías, no es más que una broma de mal gusto cargada de ironía). Un hombre que vive en medio de una pesadilla febril, un hombre absolutamente solo, salvo por la excepción del marinero Pip, un negro encantador y cobarde cuyo ser quedo sepultado en el fondo del mar cuando saltó dos veces de una de las lanchas balleneras en medio de una caza por pánico a la cola del cachalote. La primera vez que saltó se lo perdonaron, después de  la bronca correspondiente en la que le recuerdan que «una ballena se venden por treinta veces lo que usted, Pip, en Alabama». La segunda vez no hubo piedad ni perdón por su cobardía. Su lancha ballenera le ignoró, así como las otras dos que la seguían. De pura casualidad fue recogido por el Pequod. “ El mar, burlonamente, había conservado su cuerpo infinito, pero había ahogado el infinito de su alma… Así la locura del hombre es la cordura del cielo y para bien o para mal, el hombre se siente entonces libre de compromiso e indiferente como su Dios

Para Ahab , él y Pip son los únicos tripulantes del barco. Pip es el único que recibe muestras de cariño del capitán, a pesar de ser un absoluto inútil en la pesca de ballena. El resto de la tripulación carece de relevancia. Su primer oficial, el serio, responsable y metódico Starbuck,  es parte de él, el que le ayuda a subir al mástil para intentar localizar a la ballena. Ni siquiera este hombre lógico, más preocupado por llenar las bodegas del barco de buen y aromático aceite de ballena que de perseguir una obsesión, puede sustraerse del influjo del capitán. Porque durante un momento de la travesía, cuando prácticamente se subleva contra él reprochándole la estupidez que está cometiendo, faltando a su sagrado deber con los propietarios, con Ahab riéndose en su cara y mandándolo al carajo, Starbuck le mira a los ojos y lo único que siente es una enorme tristeza al ver la degeneración del viejo, alejado de todos. Ni siquiera cuando los presagios de muerte se van sucediendo uno, a uno mientras se aproximan cada vez más a la ballena blanca, a saber, la profecía del predicador loco del Jeroboam ,una tormenta brutal que intenta desviar al barco del lugar donde se sabe que esta la ballena, fuegos de San Telmo que recorren los mástiles, las desmagnetización de las agujas de la brújula, el fantasmal chorro que les sigue por todas partes a la luz de la luna, que le convencen del que el desastre es inevitable, puede animarse a abrir la puerta del camarote del capitán y volarle la cabeza de un tiro . Lo único que le queda es añorar a su hijo, y el desconsuelo de que nadie velara su cadáver.

El segundo oficial de Ahab (mi favorito), es Stub, Envuelto en el humo de su sempiterna pipa, mantiene el absurdo, el horror del mundo con su indestructible buen humor. Ante la sangre, el desastre, la locura de su capitán, ante el mismísimo  Moby Dick avanzando inexorablemente como la muerte, se ríe y dice que dado el agua que van a tragar, bien les valdría tener unas cuantas cerezas a mano para endulzarse la boca. Quizás por eso es el mejor ballenero, frio y desapasionado bajo su coraza de risas. El que empuja a su tripulación con una mezcla de insultos y bromas, sin que en ningún momento le flaqueé el pulso, manejando el arpón con la gracia y la elegancia con que un buen torero maneja el estoque frente a quinientos quilos de muerte con cuernos.

Antológica su reacción cuando consigue asesinar  a la primera ballena. A la luz de las candelas de aceite de esperma de la ballena que acaban de matar, a altas horas de la noche, rebana un filete de cachalote y exige a voces al cocinero que se lo prepare en ese mismo momento. Distraido por los ruidos que hacen los tiburones por borda mientras desgarran el cadáver del cachalote que cuelga inerte por babor, le dice al cocinero que le espante a los tiburones, a la par que le reprocha que no tiene que ni idea de preparar bistec de ballena . Luego se lo piensa mejor y le obliga a que les de un sermón. Y ahí tenemos a Stub, descojonándose de un viejo negro que estúpidamente llama al orden a los tiburones, llamándoles hermanos y pidiéndoles con toda la educación del mundo que hicieran un poco menos de ruido en su cena para que el segundo oficial pudiera disfrutar en silencio de la suya.

Como tercer oficial tenemos a Flask, pequeño, rechoncho, duro, que persigue a las ballenas no como un negocio, si no como una pasión, un odio que le hace un magnifico ballenero. Lo que le diferencia de Ahab es que Flask no profundiza en las causas de su ser, ni pacta con las tinieblas.

Los recipientes de la preciosa sangre con que se  forja el arpón de Ahab son tres, los grandes paganos del barco , salvajes orgullosos como reyes, encargados junto con los tres oficiales americanos de pura cepa de nueva Inglaterra, de aniquilar a los cachalotes como sus arponeros principales. Al primero que conocemos es al entrañable Queequeg, un príncipe caníbal de generoso y de buen corazón que hará rápidas migas con el narrador, Ismael, antes de que ambos se embarquen por decisión del dios de Queequeg , el negó Yojo, en el Pequod, Certero con el arpón como un francotirador, valiente como un choto joven y con la piel cruelmente tatuada y los dientes afilados. La pesadilla de un misionero cristiano que esconde a todo un príncipe guerrero. Este es el arponero principal de Starbuck. El siguiente es Tashtego,  uno de esos indios que cansado de arrancarles la cabellera a los diablos blancos de Tsêhe’êsta’éhe  o  Cabellos Rubios, se decide por arrancársela a los cachalotes, bajo las ordenes de Stub. El ultimo es el príncipe de ébano Daggoo, un gigante de más de dos metros que aterroriza al mayordomo del barco con sus prisas a la hora de devorar la comida (al único que no aterroriza es al español que hay embarcado en el Pequod. Como buen paisano, en cuanto el negro se pone chulo tira de navaja. Como no podía ser de otra forma, el único tripulante ingles pide a gritos que le quiten la navaja al español. Se ve que nos conocía)

También, como simple marinero, tenemos a  Isamel, el narrador. Un poeta soñador, trasunto de Melville, que decide regalarnos esta obra, mezcla de sueño y sesudo análisis científico de la ballena y de las características de su caza. Hay pocos capítulos en la literatura tan jodidamente hermosos como  en el que  nos describe emocionado lo que ven el mismo y los tripulantes de su lancha ballenera tras introducirse en el mismo corazón de una manada de dos mil ballenas. Queequeg, certero como siempre desde su lancha, arponea a una de las grandes ballenas que nadando en círculo protegen el interior de la manada. Esta ballena, aterrada por el hierro que tiene clavado, huye introduciéndose en la manada de ballenas, arrastrando con ella a la lancha ballenera de Ismael. Nuestros balleneros consiguen esquivar, por una mezcla de suerte, cojones y pericia, un laberinto de cuerpos, bocas y colas de ballenas adultas, hasta que llegan al mismo centro del huracán, un circulo de paz rodeado de muerte.  Ahí, sobrecogidos, observaran en las cristalinas aguas a las ballenas bailando dentro del agua con sus parejas, perpetuando la especie, a pequeñas crías mamando de sus madres y hasta pequeños cachalotes que curiosos o aterrados se aproximan a la lancha para que los balleneros les acaricien la cabeza. Ante el extraño y en ocasiones absurdo comportamiento de las ballenas en los momentos de caza, que son capases de pasar de una fuerza asesina a una docilidad más propia de una oveja camino del matadero, el propio Ismael reflexiona indicando que no nos precipitemos a juzgar como estúpido el comportamiento de la ballena, ya que basta observar la reacción de una multitud en un teatro en llamas para dejar claro que la estupidez gregaria no es ni mucho menos una característica exclusiva de los animales de Dios.

Y por supuesto, Moby Dick.

Primera pregunta. ¿Qué es Moby Dick?. Respuesta. Todo. Todo lo que quieras. Esa es la belleza del libro. Al diablo con lo que digan los expertos y hasta el propio melville, que fue lo suficientemente astuto como para que en el libro nunca  se nos dieran certezas de lo que simboliza su ballena. He leído de todo. El capitulo del “el color blanco” parece indicar que Moby Dick significa la búsqueda de un Dios salvaje, al ser el color blanco una de las atribuciones de la divinidad (tomando como ejemplo el  toro blanco en el que se metamorfosea Zeus). También puede ser  la personificación de nuestras obsesiones, o  la atribución a un simple animal como es Moby dick de características humanas, como la crueldad o la inteligencia, cuando no es más que un cachalote albino que se defiende cuando le atacan. (Esta teoría, con todos los respetos por su autor, que fijo que sería un lumbrera del análisis concienzudo de novelas, me parece un chorongo. Que me explique entonces como es que las orcas se pasan unas a otras a modo de macabra pelota crías de foca aun vivas).Hasta que es… ¡una  metáfora de la adición a la cocaína! (ese Ahab medio loco buscan un buen pollo de mandanga por Japón… manda huevos). También puede simbolizar  la naturaleza, el destino, el océano, y el universo en sí.

Mi favorita es la de Miguel Lopez-Neyra.  Moby Dick es  un cachalote que hace un pacto con Dioses Submarinos más viejos que la propia tierra por mediación del Kraken.  La letra de este pacto lo lleva gravado en su propia frente, llena de cicatrices, que no son si no los jeroglíficos de un lenguaje que ya era viejo cuando los mares se enfriaban en la tierra. ¿Sus condiciones? “Te otorgamos un color y un Nombre, además de la  Inmortalidad (Ni siquiera el Arpón de Ahab puede con él), la inteligencia (Va directamente a por la estachas, las cuerdas que aprisionan a sus congéneres para liberarlos del hombre), la ubicuidad (capitanes juran que lo vieron al mismo tiempo en dos lugares del globo distintos), y la fuerza (es capaz de derribar barcos balleneros enteros)…  y en pago de este contrato, asistido por una cohorte de tiburones que prácticamente arrancarán las palas de las lanchas balleneras a bocados, haciendo que el océano hierva en una tormenta de espumas, aleta y dientes, nos darás  los esqueletos de los marineros que llevaras al fondo del mar hasta la guarida del Kraken, para que este disponga de sus huesos en macabras formas como ofrenda  a nosotros, Dioses cuyos sueños ebrios dan forma a esta realidad mientras dormimos en una estrella”.

Los dioses paganos de Ahab, más jóvenes, no pueden con los Dioses más viejos e indiferentes de Moby Dick. Lo único que puede hacer Ahab mientras el cadáver de Fedallah le observa irónico atado a su ataúd de carne blanco, es decir esa magnífica maldición: “Desde el corazón del infierno, te apuñalo” para luego ser arrastrado a las profundidades,  todavía vivo dentro de la ballena como ya le tocó a Jonás, para observar aterrado y exultante los secretos de ese mar en el que, después de cuarenta años navegándolo, solo llegó a conocer un infinitesimal parte de su superficie.

Y ahora, flotando tranquilamente en el ataúd de Queequeg, esperemos que pase el Raquel buscando a sus hijos perdidos.

Mis Villanos Favoritos Vol. I

Publicado: octubre 20, 2011 en Ocurrencias

Calígula

El gran malvado, junto con Tiberio, del libro de Yo, Claudio. Al principio de su reinado en Roma comienza de modo prudente y con buen criterio. Un  gobernante competente que se ganó el amor de su pueblo. Hasta que un buen día, convaleciente de una gravísima enfermedad que estuvo a punto de llevárselo directo al hades (Detalle histórico, la gente de Roma se tiraba de los cabellos afligida y rogaba a los dioses que no se llevaran a su magnánimo y protector líder. Moraleja, cuidado con lo que deseas) se levantó de la cama y se proclamo un dios igual a Zeus. Al primero que le comunicó tal fastuosa noticia fue a su tio Claudio, cuyo primer pensamiento fue:” Se le ha ido la olla” para acto seguido arrastrarse por el suelo y cantar las alabanzas del divino Calígula (Como se ve, en política no hay nada nuevo). A partir de ahí empieza el despropósito. Juegos de gladiadores diarios,  obligar a los ciudadanos más ricos de roma que le incluyeran  en sus testamentos para acto seguido cepillárselos y cobrar lo correspondiente, arrojar monedas de oro al populacho con algunas calentadas al rojo vivo para echarse unas risas a costa del personal, prostituir a sus hermanas y de paso a las mujeres de los senadores y realizar orgias a cascoporro. Y esto es solo el aperitivo.

. En la cúspide de su divinidad, decidió nombrar senador a su caballo favorito de carreras (repito, es un hecho histórico  real, y viendo la calidad de los políticos actuales uno se plante si no fue una buena opción y todo) y como le faltaba alguna gloriosa campaña guerrera en su haber, decidió declarar la guerra a las naciones germánicas, a los británicos y a Neptuno. Si, le declaro la guerra al mar. No es coña.

Su primera campaña, que fue la de Germania, le fue un poco regulera. Estaba al norte al frente de sus legiones, en los bosques germanos, pasando por un estrecho paso de montaña, cuando su general Casio le comentó, en tono compungido, que en este mismo lugar, hacia ya treinta años, los germanos emboscaron a tres legiones que fueron aniquiladas. Calígula se quedó pálido y empezó a gritar: “¡Los germanos, los germanos!”, mientras daba la media vuelta con su caballo y salía disparado hacia las Galias a golpe de pezuña. Las legiones continuaron avanzando durante media hora, hasta que Casio debió murmurar: “Este ya no vuelve” y dio orden de dar media vuelta y volver por donde habían venido. En la carta que envió al senado, Calígula describió la campaña como: “Brillante”. Indudable.

La segunda, la invasión de Britania, no se quedo ni en amago. Se le olvidó que se necesitan barcos para cruzar el canal de la mancha. Tal cual. Luego decimos de la invencible y de la falta de previsión de Felipe II. Pero inasequible al desaliento, decidió emprender su campaña contra Neptuno. ¿Cómo? Muy fácil. Alineó a sus tropas en perfecta formación de batalla en una playa de las Galias (estamos hablando de treinta mil hombres mínimo, sin contar auxiliares) de cara al atlántico. Se adelanto heroicamente en solitario y empezó a soltarle espadazos a las olas. Los legionarios flipaban. Luego se montó en un barco que se alejo una milla, aproximadamente, mar adentro. Desde allí, dio orden a los legionarios de ataque. Los legionarios, descojonándose, atacaron el mar con flechas, escorpiones y onagros. Una vez agotadas las municiones, avanzaron en perfecta formación y lanzaron sus pilum al agua, para después rematar a las olas, a imitación de su emperador, a espadazos. Entre una ola y un hispano zumbado pintarrajeado de azul, pues me quedo con la ola, debieron pensar los milites. Mientras tanto, Calígula maldecía a Neptuno agitando furioso su divino puño y escupía al mar apoyado en la borda de su barco. Después de tres horas de show, decreto victoria, ordenó a sus legionarios que recogieran las conchas como botín de guerra (además de pagarles tres piezas de oro a cada uno, un pastizal, estaría loco pero gilipollas no era) y volvió a Roma triunfante. Ni Dios le discutió nada (Bueno, Neptuno, ese viejo cabrón, tres meses después, le hundió un flota recién construida. Querría vengarse por lo de las conchas, supongo.)

Mientras el pueblo tuvo pan y circo los desmanes de este psicópata se la traían bastante al pairo. Hasta que al final empezó el hambre y la ruina, y ahí fue cuando empezaron a moverse. Sobre todo para murmurar por la bajo y agachar la cabeza cada vez que Calígula aparecía inaugurando una estatua de oro macizo de si mismo o se dedicaba a correr con una peluca ridícula por roma creyéndose Venus, ya que la guardia germánica del emperador acojonaba bastante. Finalmente, quien se cargó al pavo fue el ya nombrado Casio, héroe de mil batallas. ¿Y por qué le mató? ¿Fue por sus ideales republicanos? No. ¿Por amor a la libertad? Frio, frio. ¿Por la necesidad de eliminar del gobierno a un cáncer como Calígula que lo estaba devorando por dentro? Niet tovarich. Porque Calígula se reía de él. Como contraseñas para el cambio de guardia, le soltaba paridas como:” mi queridísimo Casio, la contraseña de hoy es… bésame sargento.” Y claro, a Casio tragando bilis le tocaba decirle la contraseña al sargento que a duras penas podía aguantar la risa. Para un veterano con cuarenta años de campañas a sus espaldas no debía ser fácil de soportar esas gilipolleces. Así que un día se calentó y prácticamente lo descuartizó a la salida del teatro, de unos veinte espadazos más o menos. No debió gritar: “muerte a los tiranos” sino: “¡Ríete de tus putas contraseñas ahora!”. Aunque qué demonios, no todo va a ser  como en las películas de Hollywood. Bien por Casio.

Anton Chigurh

El mal en estado puro campando por tejas. El verdadero profeta viviente de la destrucción, compartiendo con Harvey dos caras esa afición suya a lanzar monedas al aire:

Anton Chigurh:“1958. Esta moneda ha viajado 22  años para llegar hasta aquí. Y ahora está aquí. Y yo también. Y tengo la mano encima. Y solo puede ser cara o cruz. Y a usted le toca decidir. Vamos.”

Dueño de gasolinera: “No sé lo que puedo ganar.”

Anton Chigurh: “Todo. Puede ganarlo todo.”

Magistral esa frase, porque en contrario sensu significa que puede perderlo todo. Significa que sus sesos pueden acabar estampados en la parte de atrás del mostrador.  El terrorífico poder de las cosas pequeñas:

“Cualquier cosa puede ser un instrumento. Cosas pequeñas, cosas en las que uno no se fija. Pasan de mano en mano. La gente no les presta atención. Y un buen día se pasan cuentas. Y a partir de entonces ya nada es igual. Bueno, piensa uno. Es solo una moneda. Nada especial. ¿De qué podría ser instrumento? Ese es el problema. Disociar el acto de la cosa… ¿Cómo es posible? Vaya, si es solo una moneda. Si. Es verdad. ¿No?”

No es un psicópata, ya que se rige por reglas, aunque estas no nos sean alcanzables. Ese el punto fundamental, lo que le permite diferenciarle de un perro rabioso. Sus reglas. Todo buen malvado las tiene. Aunque estas sean retorcidas, oscuras e inalcanzables para un intelecto medianamente sano. O quizás si lo sean, pero nos de miedo admitirlo.

Su modo de vida, su razón de ser, su guía, sus reglas, están  reflejadas en la contestación que da cuando una de sus víctimas le suplica piedad:

“Me está pidiendo que me vuelva vulnerable y eso no puedo hacerlo. Solo tengo una manera de vivir. Y no contempla casos especiales. Un cara o cruz, quizás sí. En este caso con poco éxito. La mayoría de la gente no cree que pueda existir semejante persona. Se hará cargo del problema que supone. Como imponerse a aquello cuya existencia uno se niega a reconocer. ¿Lo entiende? Cuando yo entré en su vida ya había acabado. Ha tenido un principio, un desarrollo y un final. Esto es el final. Puede decir que las cosas podrían haber sido de otra manera; que podrán haber tomado otros derroteros. Pero, ¿Y cómo? Las cosas no son de otra manera. Son de esta. Me pide que haga como que el mundo es lo que no es. ¿Se da cuenta?

El asesino estoico.

Vincent Volaju

El problema es que siempre estuvo solo, sin nadie que le acompañara, nadie con quien jugar su partida. Un hombre que vivía en un sueño, así era él.

De la magnífica película Cowboy Bebop. Si Anton Chigurgh era el asesino estoico, este es el asesino solitario por excelencia. Un soldado solipista, al que le inyectan un virus nano tecnológico que le aparta de todo contacto humano. Curiosamente, durante toda la película intentará romper ese aislamiento inducido, aunque sea a base de atentados e intentos de extender el virus para que todos puedan estar con él. Desgraciadamente, solamente él puede portar el virus sin estirar la pata, por lo que todos sus intentos de comprensión acaban con centenares de muertos.

El hecho de que sea un miembro de las fuerzas especiales, que en el fondo le hayan hechado toda la mierda encima sin tener el culpa alguna relativa, sea  inmune al dolor, y que tenga destellos de piedad y respeto hacia sus semejantes le hacen un personaje complejo y apasionante.

Fragmento de dialogo. Le preguntan si lo que hace lo hace por dinero o por venganza o por diversión. Respuesta:

Lo único que intento hacer es encontrar la salida. He tenido un sueño, y aunque comprendo que solo es un sueño, no consigo despertarme. ¿Nunca te ha pasado algo así?.

Dormía y creía que estaba despierto. Caminaba por el mundo y pensaba que estaba soñando. ¿Tú también has visto las mariposas, verdad? (N.E: las mariposa doradas, lo último que veían los infectados por el virus antes de morir. Vincent las veía continuamente). Yo también las veo, hay millones de ellas. Sé que esas mariposas no pueden existir en este mundo, pero ya no puedo recordar a qué mundo pertenecen.

Y como todos los grandes villanos, es un ser terriblemente lucido, a pesar de la enajenación que sufre. O quizás por eso mismo. Un personaje retorcido, oscuro, extraño:

«Tu sabes lo que es el purgatorio? es un lugar que hay entre el cielo y el infierno, en el que los pecadores que no pueden subir al cielo siguen sufriendo. Es un sitio de amargura y dolor, en otras palabras, el mundo en el que vivimos ahora»

Digno de cualquier lista. Quizás el problema es que para comprenderle sea necesario verse toda la serie original de Cowboy Bebop antes de verse la película, ya que el mismo Vincent  es un reflejo tremendista del anti-héroe protagonista de ambas, Spike Spiegel.

El señor Burns.

Rebajando un poco la carga dramática de esta entrada y para finalizar, aquí tenemos al malvado empresario capitalista por antonomasia: El señor Burns:

“-¡Buuuuuuuuuuuu!

-¿dicen buuuu ó Buuarns?

-¡¡Buuuuuuu!!

-Hans Topo: Yo decía Buuuarns…”

Solo por ese puntazo ya merece sitio en cualquier clasificación existente sobre gags, villanos o lo que sea. El tío gilito postmoderno, y una de las mejores parodias del multimillonario made in usa jamás hechas (aunque en las últimos capítulos más que malvado es excéntrico). Tacaño, avaricioso, explotador, codicioso, uno de esos ricachos que agitan su brandy en sus engarfiadas manos  mientras una mueca despectiva se perfila en su cara de ave rapaz y carroñera. Capaz de contratar inmigrantes ilegales (“¡Zudorosky es mas americano que la tarta de manzana! ¿No es así, Zudorosky?) y a un pato de propina para dirigir una central nuclear.

Este personaje demuestra la capacidad de una sociedad como la yanqui de reírse un poco de sí misma, sin llegar a extremos de autoflagelarse. El hombre capaz de robar cachorros, quitarle la novia al abuelo, intentar convertir a Bart en su heredero a su propia imagen y semejanza, ocultar el sol y darle un trillón de dólares a Fidel Castro (¡más le gustaría al tío!) sin dejar de ser un poderoso empresario merece un altar a la complejidad humana.  También al descacharre de sus salidas tronadas, más propias de un malvado de los cuentos que de un frio ejecutivo:

Excelencia… digo, excelente.

Lo que daría por tener esos monos.